Si no fuese por el inmenso techo que sobresale dejando ver la palabra terror y la infinidad de fotografías de personas muertas y torturadas pasaríamos frente al edificio casi sin darnos cuenta, es gris, apagado y disimula muy bien junto al resto. Pero en este lugar ubicado en la famosa Avenida Andrássy de Budapest se han vivido y organizado años de miedo y violencia, de ahí su nombre: La casa del terror.
Inmediatamente después de atravesar la puerta nos encontramos con dos estandartes: a la izquierda el emblema del ultranacinalista Partido de la Cruz Flechada; a la derecha la estrella que representa a la Unión Soviética. Los dos estandartes anticipan lo que será el recorrido por este museo: una historia de tortura y la violencia que atravesó Hungría primero con los nazis y sus aliados locales y luego con el comunismo.
El edificio tiene tres plantas y un subsuelo muy grande sirvió como sede de organismos de inteligencia y del Estado tanto en el periodo nazi como durante el comunismo. Pero en el 2002, ya superados los años más duros en el país se inauguró el museo como un símbolo de memoria y de las víctimas, incluyendo detenidos, interrogados, torturados o ejecutados en el edificio.
Visitar la Casa del Terror de Budapest cuesta unos 6 euros aproximadamente y se pueden recorrer las tres plantas donde se repasa la historia más trágica de Hungría en el Siglo XX y se cuenta la manera en la cual cualquier voz opositora o simplemente crítica era acallada por medio de la tortura, el exilio o la muerte.
En el subsuelo del edificio se puede acceder a calabozos fríos, húmedos y casi sin iluminación donde dar más de un paso es imposible por lo estrecho del lugar. Allí, en aquellas paredes lejos del ruido de la céntrica calle Andrassy, la AVH (similar a la KGB en Hungría) encerraba a personas que pensaban diferentes y los torturaban, en muchos casos, hasta la muerte.
Al visitar la Casa del Terror de Budapest tenemos la sensación de que todas las salas están divididas por la mitad; de un lado se cuenta la historia del nazismo y sus atrocidades y del otro lado la historia del comunismo y sus atrocidades. Los dos totalitarismos pisaron con pies de hierro las calles húngaras y en cada paso dejaron una marca imborrable.
Al terminar el recorrido, después de más de una hora se sale del museo con la sensación de que nadie ha sido bueno, de que los húngaros han sufrido siempre gobierne quien gobierne y que el comunismo fue mucho más atroz de lo que la historia muchas veces nos cuenta.
Dirección: Avenida Andrássy 60
Precio: 6 euros
Consejo: El contenido sólo está disponible en inglés y húngaro y no se permiten fotografías ni vídeos en su interior.