En un país como India ir a un aeropuerto es un momento de descanso, de aislarte y de prepararte para el próximo destino así que este día decidimos salir temprano de nuestra residencia, cogimos un taxi y nos pusimos en marcha.

El taxista nos dijo que haría un pequeño desvío para enseñarnos una playa y como teníamos tiempo le dijimos que sí, nos mostró una zona con más ritmo y movimiento y después seguimos camino.
En el aeropuerto leimos, comimos una ensalada después de mucho tiempo y tras una larga espera y pasar por un finger que en realidad era una especie de casita con techo de plástico, subimos a nuestro avión de SpiceJet.
En medio del vuelo las azafatas dicen algo incomprensible en hindi, después lo repiten con más velocidad en inglés y corren a sentarse a sus sitios y a abrocharse los cinturones, vemos que el resto de los pasajeros hacen lo mismo y al ver por la ventanilla pudimos observar la tormenta eléctrica más grande que nos tocó atravesar en India, el avión se movía con ganas y nosotros esperábamos el aterrizaje.
Finalmente llegamos al aeropuerto y el señor que nos debía esperar no aparecía, después de esperar terminamos en el hotel donde nos hacen rellenar cuatro papeles, un chico se pone un turbante y nos pone el típico puntito rojo en la frente y yo pienso que este ya no es el hotel de 5,75 euros la noche pero que se pasan de pelota.
Dejamos un momento el hotel para ir a buscar agua y algunas chuches, de repente se nos atraviesa un conductor de tuc-tuc que nos dice que por 600 rupias nos tendrá recorriendo todos los monumentos desde las 9 de la mañana a las 6 de la tarde, bastante menos que las 2500 que nos querían cobrar en el hotel. El joven se hace llamar «Sherpa» y nos cuenta que es de Nepal. Lo dejamos y volvemos al hotel.
El sitio es bonito, tiene una buena vista de la ciudad, un balcón grande y una habitación sin bichos, hoy dormiremos tranquilos porque mañana hay que salir a recorrer la ciudad conducidos por un sherpa.