Son las 9 de la mañana y bajamos corriendo del hotel; hemos quedado con Sherpa para que nos lleve a dar unas vueltas, en la recepción no creen que podamos recorrer ocho monumentos en un día y nosotros le decimos que incluso nos sobrará el tiempo. Vamos a darnos una paliza.

Nuestro amigo de Nepal es diferente a la gente que conocimos que conduce tuc-tuc; es calmo, sonríe y no está peleando por el dinero. Primero nos lleva a un centro astronómico con cientos de año de antigüedad, luego nos dice que hay un fuerte que no aparece en nuestra guía y entonces le hacemos caso para salir contentos del sitio donde no hay turistas, está limpio y el aire que sopla es fresco.
En la entrada del fuerte una mujer ofrece hacerle un tatuaje a Mirichán y ella sin miramientos se sienta y deja que la señora comience a mancharle su brazo con «henna» una tinta natural que estará en su piel durante dos semanas con un dibujo genial.
Seguimos camino y seguimos recorriendo fuertes, templos y sitios históricos para, finalmente, comenzar el camino al «Fuerte Amber», el tuc-tuc avanza por una carretera en la que nos cruzamos con varios camellos, cabras, unos cuantos burros y frente a nosotros, como si fuese un coche más, un elefante. Nos quedamos con la boca abierta hasta que vemos otro, y otro, y otro más; creo que pasamos a unos 25 elefantes antes de llegar a ver dónde vive uno, estamos entre su comida, su sitio de dormir y su baño.
Al salir de su casa la vemos, es una elefanta bonita, tiene 23 años y nos dará un paseo. Nos subimos por unas escaleras y nos sentamos en su lomo, un señor la conduce y nos lleva a dar unas vueltas. Después de dar uno de los mejores paseos de nuestras vidas bajamos y nos dejan tocarla, abrazarla y jugar con ella; a nosotros no nos dan ganas de marchar
Seguimos camino y llegamos a un fuerte que está muy, muy alto y donde estaban las 9 mujeres del emperador que vivía en el Fuerte Amber (eso de camas separadas este lo llevaba al extremo), allí nos encontramos con una mujer y dos hombres albañiles, les pido permiso para hacerle fotos y me dicen que sí, uno de ellos me pone una cara de por favor, de súplica para que le muestre lo que acabo de retratar y casi me pongo a llorar por lo poco que solicita, por lo miserable que resulta el precio de su satisfacción; les muestro a cada uno de ellos sus fotos y me voy de allí casi corriendo.
Después de haber estado entre elefantes terminamos nuestro día visitando una tienda que vende anillos de diamante y otra telas caras para que nuestro amigo Sherpa se pueda llevar una comisión por llevar turistas y al llegar al hotel subimos a ver la puesta de sol en la azotea justo en el momento que se acerca la dueña para hablar con nosotros y sutilmente pedir que le dejemos una buena crítica de su hotel en Tripadvisor así que entre charla y charla se nos esfuma el sol y terminamos pidiendo comida a la habitación como dos reyes, es que andar en elefante te da otro nivel.
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