Dia 2: A los pies del Taj Majal

Son las 10 de la noche, en el hotel, hace calor y en la ciudad hay un corte general de electricidad. Así termina el primer día en agra, donde estamos a pasos del Taj Majal y a mitad de camino entre delhi y Varanasi.

El interior del tren
Nuestro primer viaje en tren

Después de desayunar en Nueva Delhi y regatear con una persona para que nos lleve hasta la estación de trenes, subimos a nuestro vagón sleeper (el más barato que existe) y para sorpresa salió puntualmente a las 11.30. Nuestras compañeras de asientos eran 3 mujeres de Israel y un poco más lejos un par de mujeres indias que dormían con paz junto a la ventana.

Las tres horas y media del viaje aumentaron en una hora por detenciones en medio de la nada que algunos pasajeros aprovechaban para salir del tren, ir a beber agua en alguna casa cercana y volver corriendo cuando veían que el tren se movía. Por los pasillos pasaron mendigos, niñas que vendían calcetines y pañuelos, muc ha gente con comida frita, un señor que hacía ensalada en un valde y hasta uno que llevaba una pila de libros.

Poco después del mediodía llegamos a Agra, regateamos con al menos 12 conductores de tuc-tuc y uno accedió a llevarnos 10 kilómetros por unos 70 céntimos de euro; al llegar al hotel que queríamos nos dijeron que todas las habitaciones están llenas y fuimos a buscar otro.

Por unos 8 euros conseguimos una habitación para los dos con una especie de aire acondicionado, ventilador y ducha fría. «El hotel es sucio, improvisado en la trastienda de un negocio local, con un baño que preferiría no tener que usar porque te da miedo», dice Mirichán.

El señor que nos atendió en el hotel nos llevó hasta un restaurante en una azotea y desde allí tuvimos nuestro primer contacto con la gran maravilla, junto a unas mesas con manteles roñosos y guiris congelados por estar viendo lo mismo que nosotros; desde allí vimos por primera vez el gran Taj Majal.

Hicimos muchas fotos al monumento, tomamos agua y Coca cola y después celebramos el gran momento con unos crepês deliciosos y nos fuimos de allí para  no gastarlo con la mirada porque al fía siguiente había mucho por ver.
Caminamos un poco por la ciudad y finalmente hicimos una de las cosas que mejor nos sale: perdernos. anduvimos caminando entre puestecitos de venta, niños que nos decían hola todo el tiempo, vacas negras y blancas, camellos que bebían agua junto a los coches y mucho olor del más variado.

Se hacía de noche, seguíamos perdidos y tuvimos que contratar a un señor para que en su rickshaw nos lleve de vuelta al hotel pero nos dejó a un par de calles porque el tráfico eran tan intenso que no había sitio para pasar ni siquiera caminando (sólo se camina por la calle por falta de acera).

niños en la calle de India
Niños en la calle jugando con cabras

Finalmente vimos el hotel y un restaurante en una azotea, subimos, pedimos arroz, pakora y una salsa sin picante (casi) y agua, mucha agua. al sitio se llega subiendo unas cuantas escaleras y pasando por el medio de una casa de familia.

 Por menos de 4 euros cenamos y volvimos al cutre Hostel el cual, muy probablemente, dejemos mañana para ir a otro con un poco de mejor calidad.

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3 comentarios

  1. arol: gracias por compartir tu viaje y diario de viajero… estoy muy feliz… y ya tengo lleno los ojos de lagrimas sabiendo que la proxima foto que vea sea el taj majal…

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