
París es la ciudad del amor, la ciudad del romanticismo y de la belleza pero también es la ciudad europea recordada por sufrir dos atentados brutales y que ha puesto en pánico no sólo a quienes viven allí sino también que encendió las alertas a más de un viajero.
Recuerdo que unos días antes de viajar a París alguien me preguntó si se debería cancelar el viaje a París por seguridad o si era realmente seguro viajar a París después de los atentados, Mi respuesta, sin dudarlo, fue un rotundo “claro que hay que viajar” porque al fin y al cabo son casos aislados que no te pueden detener.
Al llegar me di cuenta que tenía razón, como era de esperar, y viajar a París era tan divertido, bonito y entretenido como siempre, que la seguridad era algo de lo que te olvidabas casi de inmediato al pasear por sus calles y que por lo tanto no había nada de lo cual preocuparse.
[bctt tweet=»Militares paseando con sus ametralladoras por las calles se convirtió en algo casi normal en París» via=»no»]Sin embargo, uno de los hechos que más pueden llamar la atención es la excesiva presencia policial y militar en las calles. En tres días me he cruzado con policías con ametralladoras cortas, puestos de control policial en muchos rincones y militares caminando por las aceras con ametralladoras casi tan altas como yo. En las estaciones de trenes, las zonas céntricas y los puntos de interés turístico es donde hay mayor cantidad de efectivos de seguridad.
Aquellos que vayan a viajar a París podrán ver un control un poco más exhaustivo de sus bolsos o mochilas a la hora de entrar a edificios públicos, museos o la torre Eiffel. Aunque en muchos casos el control deja mucho que desear porque es muy pobre, se recomienda cargar con cosas que sean fáciles de abrir y mostrar para no perder tanto tiempo.
Otro de los puntos con los que hay que tener especial cuidado es con los robos. Uno de los primeros recuerdos que tengo de París es cuando, al salir del metro una persona le robó el teléfono móvil a Miri. Eso fue hace más de cinco años y la situación no ha cambiado mucho. Aunque en este viaje no nos han arrancado nada de nuestras manos, supimos al llegar que siempre hay que estar atentos, incluso en las ciudades más bonitas porque la seguridad a veces también depende de nuestros ojos.