tres matrioshkas rusas azules y rojas

Calendario de Adviento Viajero: una fábula navideña rusa sobre la pereza

Estamos que no paramos con el Calendario de Adviento Viajero y poco a poco, el 25 de Diciembre se va acercando más y más. A través de nuestras puertas viajeras, cada día nos hemos asomado a echar un vistazo en un sitio diferente: hemos visitado el pueblo de Gavle en Suecia, donde como cada año han construido su cabra; hemos ido a México de posadas, repusimos fuerzas comiendo pan de pascua en Chile y hasta nos hemos liado la manta a la cabeza y hemos visto algunos países donde la Navidad está prohibida.

Para la vigésimo segunda puerta vamos a tener que abrigarnos un poco, porque hoy nos espera nada más y nada menos que Rusia. ¡Creo que debería escribir este post con guantes!

Una fábula rusa de Navidad

Babushka era una mujer anciana que vivía sola en Rusia, ya que nunca se había casado ni había tenido hijos. Seguramente fuera una feminista moderna, pero la leyenda no nos cuenta mucho sobre la abuelita, solamente que se dedicaba a fabricar muñecas de madera, de esas que se van poniendo una dentro de otra, y que llamó Matrioskas. ¿Te suena el nombre de estas muñecas?

matrioshka roja y negra

Una noche, Babushka estaba en su casa y percibió un resplandor muy potente fuera. Se asomó a la ventana y vió que provenía de una estrella gigante. Su corazón le decía que tenía que seguir a esa estrella, pero fuera nevaba y hacía frío, así que cerró la ventana y volvió a su casa. A los pocos días, unos ángeles se presentaron en la casa de Babushka y la despertaron tocando el arpa. Los ángeles le contaron que un niño muy especial, de nombre Jesús, había nacido en un pueblo de Israel llamado Belén. La invitaron a ir con ellos, pero Babushka pensó que estaba muy mayor para esos trotes, así que de nuevo decidió que lo mejor era quedarse en casa.

Varios días después, tres señores muy apuestos que se identificaron como sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente, llamaron a la puerta de Babushka mientras dejaban descansar sus camellos. Ellos también habían visto la estrella y se dirigían a Belén. A pesar de que la animaron a ir con ellos, Babushka una vez más dijo que no, porque esos días había trabajado mucho en sus muñecas de madera y estaba cansada.

casa en invierno con mucha nieve

Esa noche no pudo dormir, pensando en que se iba a perder el fiestón que se estaba montando en Belén. Babushka decidió (por fin!) poner las excusas a un lado y se preparó para viajar a Israel sola. Como los ángeles y los reyes magos le habían hablado de un recién nacido, Babushka cogió algunas de sus muñecas de madera para llevar como regalo y también decidió llevar su escoba, para ayudar a la madre a limpiar, porque con tantas visitas seguro que la mujer estaría ocupada y además todavía se sentiría convaleciente del parto.

Babushka caminó bajo la nieve y el viento helados durante varios días, cruzando pueblos de Rusia. Durante el viaje se fue encontrando con niños necesitados y como sentía mucha pena, les iba regalando las matrioskas para que sonrieran. Nadie sabe a ciencia cierta si Babushka llegó a Belén o no; algunos piensan que se quedó recorriendo Rusia, llevando regalos a los niños y sin sentir pereza nunca más; otros dicen que efectivamente llegó pero ya era demasiado tarde y no había nadie en el pesebre. La cuestión es que nunca llegó a conocer al niño Jesús, a pesar de haber tenido tres oportunidades para ello.

La moraleja

Algunas veces, cuando viajamos, nos sentimos sin ganas de hacer algunas cosas. Buscamos excusas y eso significa que nos perdemos monumentos importantes, galerías de arte o historias sobre el lugar que merece la pena escuchar.

Por ejemplo, son muchos los viajeros que nos dicen que “al final no subieron a Arthur Seat en Edimburgo, porque estaban cansados” o nos cuentan como “pagar la entrada del Museo de Van Gogh en Ámsterdam no merece la pena, porque no me apetece leer todos los carteles explicativos de cada cuadro”.

Todos somos un poco como Babushka y en cierta medida está bien, pero hay que tener los ojos abiertos para que no se convierta en una costumbre.

viajar sin excusas con cafe

Y con esto terminamos la puerta del Calendario de Adviento Viajero de hoy, que espero que te haya entretenido. Yo me despido con unas ganas terribles de viajar a Rusia para comprar una de esas auténticas matrioskas, así que tendré que empezar a planificar. ¿San Petersburgo? o ¿Moscú?

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